PERFIL

Diego Carcedo, periodista, asturiano de Cangas de Onís. Fue director de Radio Nacional de España. Corresponsal en Nueva York y Portugal. Es Presidente de la Asociación de Periodistas Europeos.

VIDEOS

MIS LIBROS

Adiós 2011, adiós...

31 de diciembre de 2011

Siempre hay gente para todo y a unos pocos les ha tocado el “Gordo” de Navidad, así que estarán contentos, pero pocos españoles, ni demasiados extranjeros, dirán en estas sus horas finales que 2011 ha sido un buen año, digno de recordar. No será porque hace doce meses no nos desgañitásemos deseándonos que nos trajese lo mejor, pero la realidad es que al transcurrir de los días no nos ha proporcionado demasiadas noticias buenas ni motivos para saltar de alegría en su memoria.

Más bien al contrario: casi todo lo que nos deja 2011 son imágenes de trágicas catástrofes, como las secuelas de las de Haití con su destrucción y miseria, o la alarma nuclear de Japón, por no hablar de las hambrunas en el Cuerno de Africa o las matanzas en Libia, Yemen, Egipto o Siria y los atentados terroristas que se multiplican en Afganistán, Pakistán, Nigeria y Turquía. No corren tiempos buenos ni para la libertad ni para la vida ni siquiera para la economía con una crisis galopante que nos devuelve a los tiempos olvidados de pobreza.

Tampoco 2011 se despide con buenos augurios para la paz. En Irak la situación amenaza con saltar por los aires e Irán está llevando sus retos demasiado lejos como para que la paciencia occidental, que no es ilimitada, aguante. El fundamentalismo islámico, en sus diferentes manifestaciones, sigue amenazando aunque Osama Bin Laden ya no está entre los vivos para decretar atentados en cadena. Y las primaveras árabes lejos de abrir horizontes parta la libertad a un mundo que nunca la usufructuó, son un nuevo motivo de preocupación para el año que comienza.
¡Feliz 2012! Y que esta vez no nos equivoquemos, por favor.

Fútbol

6 de diciembre de 2011

Llevamos meses hablando de deudas, con países en bancarrota, regiones, ayuntamientos, empresas,bancos y, por supuesto, familias agobiadas por los números rojos de sus saldos y los compromisos pendientes con sus acreedores, pero quizás la pasión nos invita a olvidarnos del desastre financiero que muestran en España los clubes de fútbol. Las agencias internacionales de calificación de solvencia económica no entran en estas instituciones que manejan desde la opacidad centenares y centenares de millones, que en contadas ocasiones cubren gastos y siguen tirando de largo tal y como la crisis fuese jauja. El fútbol español está hasta las cejas. Pero los perez y demás empresarios, del ladrillo o similares, que capitanean los clubes continúan pujando por los ronaldos con la misma alegría y derroche de siempre. Los gobiernos, unos con mayor rigor que otros, pero todos con realismo, intentan recortar presupuestos y reducir sus déficit, fiscales y presupuestarios. Pero eso a los responsables de los clubes de fútbol les resbala. Lo sorprendente, quiero apresurarme a decirle antes de que se me quede entre las teclas del ordenador, es que los bancos colaboren. Tal parece que el crédito, cerrado a los pequeños empresarios o a quienes necesitan comprar vivienda, siga fluyendo para pagar fichajes tan escandalosos como prescindibles. Bien mirado, conseguir títulos internacionales a precio de oro carece de mérito; no pasa de ser una exhibición de nuevos ricos, igual antes sus predecesores exhibían sus incisivos recubiertos de oro. Jugadores normales, con espíritu deportivo, ansias por competir y vencer, pueden ofrecer el mejor espectáculo deportivo que la emoción del fútbol es susceptible de brindar. En fin, obvio es añadir que el Real Madrid, con todos los respetos a la voluntad de sus seguidores, es la muestra más lamentable de este espectáculo de despilfarro que sus gestores, actuales y pasados, vienen ofreciendo. Es entre todos los clubes españoles el más empeñado, con cerca de setecientos millones de euros, cantidad que se dice pronto, de deuda en su contabilidad. Claro que no es el único y ante su capacidad para captar ingresos, tal vez no sea el más abrumado. Peor lo tienen el Valencia, con 550 millones o el Atlético de Madrid, con 511 por no hablar de algunos más modestos cuyas cifras son no menos escalofriantes. El Barcelona, en cuarto lugar, con 489 millones también lo tiene crudo aunque analizando sus cuentas, si sus rivales están hasta las pestañas, a él el agua sólo le llega al cuello. En tiempos de austeridad como la que se impone, cuando las deudas tanto lastran la imagen del país y acumulan compromisos multimillonarias para asumir sus intereses, las que maneja el fútbol a menudo lastrado además por la corrupción, invitan a rebelarse. Y más cuando en muchos casos acaban en reivindicaciones, con apoyo popular, también hay que recordarle, para que el dinero público, el de todos, acuda en su socorro. Los gastos de los clubes apenas se ven cubiertos en un 34% por sus socios y taquilla. Las televisiones asumen el 35% y el resto tienen que cubrirlo con otros ingresos, subvenciones y créditos. No hace falta ser experto en contabilidad para percatarse de que los cuatro mil millones de dudas acumuladas por los clubes de Primera y Segunda frente a un patrimonio de poco más de trescientos es un disparate que acabará estallando. ¿Es sensato llegar a semejante desastre anunciado? ¿Acaso un enfrentamiento entre rivales clásicos como el Oviedo o el Sporting, sólo con jugadores locales, resultaría menos apasionante que con la mezcolanza de procedencias que ambos equipos suelen alinear?

Contrato sin empleos

El paro sigue subiendo y la OCDE anticipa que esta carrera no se detendrá con la vida nueva que estrenaremos, hartos ya de turrón y cava dentro de un mes. Nadie sabe cómo pararla. Por falta de tipos de contrato laboral, desde luego no será. Puestos de trabajo no existen ni se crean, pero modelos para incorporar a nuevos trabajadores sobran. Hay 39 vigentes en estos momentos. Demasiados para tan escasa oferta laboral. Los hay para todas las necesidades y exigencias empresariales sin que eso implique mayores facilidades para que quienes quieren trabajar encuentren la manera de hacerlo.

Los expertos estiman que la cantidad de modelos de contrato laboral es un disparate y la realidad es que muchos de ellos no se utilizan o se utilizan muy poco. El más habitual, en los difíciles tiempos que corren, es el contrato temporal eventual que permite el despido fácil a las empresas y es el clavo ardiendo al que se cogen muchos aspirantes a un empleo por precario que se vislumbre. Al parecer el PP contempla la posibilidad de cortar por lo sano y reducir la lista a la mínima expresión, incluso a un modelo único que, eso sí, responderá a los deseos de los empleadores de garantizar un despido barato.

Por el medio están fórmulas tan variadas como el contrato indefinido bonificado, contrato a tiempo parcial, contrato fijo discontinuo, contrato de relevo, contrato formativo… es decir, así hasta treinta y nueve. Todo un lío burocrático que en el fondo sólo consigue complicar las cosas a la hora del proceso de contratación.

Poner remiendos es típico de la burocracia española contra la que no puede ni la informática ni el paso de los años. La proclividad es que si las soluciones a los problemas son sencillas pues toca empeñarlas para que no se note. Realmente puestos de trabajo faltan, modelos para hacer los contratos, sobran. Vaya que si sobran.