PERFIL

Diego Carcedo, periodista, asturiano de Cangas de Onís. Fue director de Radio Nacional de España. Corresponsal en Nueva York y Portugal. Es Presidente de la Asociación de Periodistas Europeos.

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Adiós 2011, adiós...

31 de diciembre de 2011

Siempre hay gente para todo y a unos pocos les ha tocado el “Gordo” de Navidad, así que estarán contentos, pero pocos españoles, ni demasiados extranjeros, dirán en estas sus horas finales que 2011 ha sido un buen año, digno de recordar. No será porque hace doce meses no nos desgañitásemos deseándonos que nos trajese lo mejor, pero la realidad es que al transcurrir de los días no nos ha proporcionado demasiadas noticias buenas ni motivos para saltar de alegría en su memoria.

Más bien al contrario: casi todo lo que nos deja 2011 son imágenes de trágicas catástrofes, como las secuelas de las de Haití con su destrucción y miseria, o la alarma nuclear de Japón, por no hablar de las hambrunas en el Cuerno de Africa o las matanzas en Libia, Yemen, Egipto o Siria y los atentados terroristas que se multiplican en Afganistán, Pakistán, Nigeria y Turquía. No corren tiempos buenos ni para la libertad ni para la vida ni siquiera para la economía con una crisis galopante que nos devuelve a los tiempos olvidados de pobreza.

Tampoco 2011 se despide con buenos augurios para la paz. En Irak la situación amenaza con saltar por los aires e Irán está llevando sus retos demasiado lejos como para que la paciencia occidental, que no es ilimitada, aguante. El fundamentalismo islámico, en sus diferentes manifestaciones, sigue amenazando aunque Osama Bin Laden ya no está entre los vivos para decretar atentados en cadena. Y las primaveras árabes lejos de abrir horizontes parta la libertad a un mundo que nunca la usufructuó, son un nuevo motivo de preocupación para el año que comienza.
¡Feliz 2012! Y que esta vez no nos equivoquemos, por favor.

Fútbol

6 de diciembre de 2011

Llevamos meses hablando de deudas, con países en bancarrota, regiones, ayuntamientos, empresas,bancos y, por supuesto, familias agobiadas por los números rojos de sus saldos y los compromisos pendientes con sus acreedores, pero quizás la pasión nos invita a olvidarnos del desastre financiero que muestran en España los clubes de fútbol. Las agencias internacionales de calificación de solvencia económica no entran en estas instituciones que manejan desde la opacidad centenares y centenares de millones, que en contadas ocasiones cubren gastos y siguen tirando de largo tal y como la crisis fuese jauja. El fútbol español está hasta las cejas. Pero los perez y demás empresarios, del ladrillo o similares, que capitanean los clubes continúan pujando por los ronaldos con la misma alegría y derroche de siempre. Los gobiernos, unos con mayor rigor que otros, pero todos con realismo, intentan recortar presupuestos y reducir sus déficit, fiscales y presupuestarios. Pero eso a los responsables de los clubes de fútbol les resbala. Lo sorprendente, quiero apresurarme a decirle antes de que se me quede entre las teclas del ordenador, es que los bancos colaboren. Tal parece que el crédito, cerrado a los pequeños empresarios o a quienes necesitan comprar vivienda, siga fluyendo para pagar fichajes tan escandalosos como prescindibles. Bien mirado, conseguir títulos internacionales a precio de oro carece de mérito; no pasa de ser una exhibición de nuevos ricos, igual antes sus predecesores exhibían sus incisivos recubiertos de oro. Jugadores normales, con espíritu deportivo, ansias por competir y vencer, pueden ofrecer el mejor espectáculo deportivo que la emoción del fútbol es susceptible de brindar. En fin, obvio es añadir que el Real Madrid, con todos los respetos a la voluntad de sus seguidores, es la muestra más lamentable de este espectáculo de despilfarro que sus gestores, actuales y pasados, vienen ofreciendo. Es entre todos los clubes españoles el más empeñado, con cerca de setecientos millones de euros, cantidad que se dice pronto, de deuda en su contabilidad. Claro que no es el único y ante su capacidad para captar ingresos, tal vez no sea el más abrumado. Peor lo tienen el Valencia, con 550 millones o el Atlético de Madrid, con 511 por no hablar de algunos más modestos cuyas cifras son no menos escalofriantes. El Barcelona, en cuarto lugar, con 489 millones también lo tiene crudo aunque analizando sus cuentas, si sus rivales están hasta las pestañas, a él el agua sólo le llega al cuello. En tiempos de austeridad como la que se impone, cuando las deudas tanto lastran la imagen del país y acumulan compromisos multimillonarias para asumir sus intereses, las que maneja el fútbol a menudo lastrado además por la corrupción, invitan a rebelarse. Y más cuando en muchos casos acaban en reivindicaciones, con apoyo popular, también hay que recordarle, para que el dinero público, el de todos, acuda en su socorro. Los gastos de los clubes apenas se ven cubiertos en un 34% por sus socios y taquilla. Las televisiones asumen el 35% y el resto tienen que cubrirlo con otros ingresos, subvenciones y créditos. No hace falta ser experto en contabilidad para percatarse de que los cuatro mil millones de dudas acumuladas por los clubes de Primera y Segunda frente a un patrimonio de poco más de trescientos es un disparate que acabará estallando. ¿Es sensato llegar a semejante desastre anunciado? ¿Acaso un enfrentamiento entre rivales clásicos como el Oviedo o el Sporting, sólo con jugadores locales, resultaría menos apasionante que con la mezcolanza de procedencias que ambos equipos suelen alinear?

Contrato sin empleos

El paro sigue subiendo y la OCDE anticipa que esta carrera no se detendrá con la vida nueva que estrenaremos, hartos ya de turrón y cava dentro de un mes. Nadie sabe cómo pararla. Por falta de tipos de contrato laboral, desde luego no será. Puestos de trabajo no existen ni se crean, pero modelos para incorporar a nuevos trabajadores sobran. Hay 39 vigentes en estos momentos. Demasiados para tan escasa oferta laboral. Los hay para todas las necesidades y exigencias empresariales sin que eso implique mayores facilidades para que quienes quieren trabajar encuentren la manera de hacerlo.

Los expertos estiman que la cantidad de modelos de contrato laboral es un disparate y la realidad es que muchos de ellos no se utilizan o se utilizan muy poco. El más habitual, en los difíciles tiempos que corren, es el contrato temporal eventual que permite el despido fácil a las empresas y es el clavo ardiendo al que se cogen muchos aspirantes a un empleo por precario que se vislumbre. Al parecer el PP contempla la posibilidad de cortar por lo sano y reducir la lista a la mínima expresión, incluso a un modelo único que, eso sí, responderá a los deseos de los empleadores de garantizar un despido barato.

Por el medio están fórmulas tan variadas como el contrato indefinido bonificado, contrato a tiempo parcial, contrato fijo discontinuo, contrato de relevo, contrato formativo… es decir, así hasta treinta y nueve. Todo un lío burocrático que en el fondo sólo consigue complicar las cosas a la hora del proceso de contratación.

Poner remiendos es típico de la burocracia española contra la que no puede ni la informática ni el paso de los años. La proclividad es que si las soluciones a los problemas son sencillas pues toca empeñarlas para que no se note. Realmente puestos de trabajo faltan, modelos para hacer los contratos, sobran. Vaya que si sobran.

El año de las goleadas

27 de noviembre de 2011

Dos mil once finiquita sus meses como un año para olvidar. Además de la crisis y los desastres, es poco lo que nos deja para que lo recordemos con la nostalgia de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Si acaso, podría perpetuarse como el año de las goleadas, las políticas mayormente del Partido Popular a su eterno rival socialista, y las de los equipos futboleros que por arriba están que se salen.

Los periódicos hablan de la paliza electoral de Rajoy a Rubalcaba y se olvidan de la pugna entre Mourinho, de tan tristes imágenes, y Guardiola, a la hora de certificar goles de sus onces dispuestos a batir todos los récords golísticos habidos y por haber. Nada igual se había visto en temporadas anteriores. Nos quedan las dudas sobre las razones, si es que el Barcelona y el Madrid son tan buenos o es que sus modestos rivales están extenuados y sus clubs caninos.

Mientras por el centro de la tabla y por la cola aumentan los empates sin goles, muestra elocuente de que la cosa va de mediocridades, por la cabeza las goleadas se repiten cada semana. Y no sólo entre equipos españoles, también en sus enfrentamientos europeos Barça y Madrid siguen repitiendo goleadas de verdadero escándalo. Hasta el Valencia, casi siempre gris, acaba de obsequiar a su parroquia con un 7-0 al desconocido Genk.

La palabra “histórica”, tan manoseada últimamente por la evolución democrática, se ha trasplantado a las páginas deportivas para calificar las goleadas de nuestros equipos en Europa. Se nota, desde luego, lo que los fichajes de sus estrellas han contribuido a incrementar esas deudas y esos déficits que tan putas nos las están haciendo pasar los mercados. Mejor sería, ya lo sé, que en vez de gastar divisas en goleadores foráneos nuestros políticos las invirtiesen en contratar expertos capaces de sacar a flote nuestra economía.

Elecciones aburridas; futuro incierto

20 de noviembre de 2011

Preveo que hoy será un día electoral aburrido, probablemente el más aburrido de los días electorales que llevamos celebrando en democracia. Y no es porque las elecciones generales que decidirán esta noche el futuro Gobierno no sean importantes; lo son, y se celebran en un momento crucial: en plena crisis económica -la más grave después de la II Guerra Mundial, dicen- y, de rebote, en medio de grandes problemas sociales y de una profunda depresión en el ambiente. El entusiasmo de los favoritos brilla por su ausencia y la conformidad de los previsibles derrotados es deprimente. Tal parece que en la calle ni siquiera quedan energías para protestar o para rebelarse como han ensayado sin demasiado éxito los manifestantes del 15-M. Estamos en una etapa difícil, marcada por la injusticia de que quienes nos llevaron a la crisis son en buena medida quienes la están capitalizando y, sin embargo, la paz social que reina en las colas del Inem o en los comedores sociales es absoluta. Hay un cierto catastrofismo en el ambiente que se consuela reconociendo que las cosas están mal, pero lo peor es que aún empeorarán más.
La campaña electoral, que se anticipaba viva y animada, ha sido una plasta, sin ideas de sus protagonistas ni propuesta de soluciones para los problemas, que nadie parece tener. Nadie, ni propios ni extraños, ve que va a poder hacer el nuevo Gobierno para encarrilar un deprimente panorama que supera las capacidades con que cuenta para encarrilarlo. En Grecia y en Italia acabamos de ver cómo los votantes no son ya los que deciden; hay fuerzas superiores con resortes para enmendarle la plana a la soberanía popular.
Entre nosotros, el nuevo Ejecutivo va a disponer de un margen muy escaso para acometer cambios cuyo efecto supere la propaganda que los arropen. No existen varitas mágicas en el actual caos financiero internacional. A los marcados sólo cabe afrontarlos a cara de perro y, ante el poder que han adquirido, eso para un país como España implica arriesgarse a perder. Sólo una conjunción general del poder político internacional, actuando con rapidez y energía, podría encauzar una situación de la economía globalizada que ha descarrilado y nadie sabe o quiere corregir.
A los mercados que cada mañana nos abrasan subiendo el diferencial de la deuda les da igual, exactamente igual, que quien encabece el Gobierno de España sea Mariano Rajoy, Alfredo Pérez Rubalcaba o Perico el de los Palotes. Aquí no hay cuestiones de identidades ideológicas, afinidades políticas o simpatías personales. Lo único que cuenta es la debilidad del objeto al que se le quiere hincar el diente. La deuda y el déficit de los Estados han existido siempre y la actividad financiera mal que bien lo ha ido resolviendo. Pero eso era antes. Ahora los gobiernos han perdido el control de su propia política económica, se han dejado engatusar por las facilidades pasadas para proveerse de dinero en el exterior y para gastar mucho más de lo que podían recaudar, y los acreedores y nuevos prestamistas se aprovechan de su incapacidad para recuperar las riendas. Mucho más importante del resultado que se oficialice esta noche y de los nombres que asuman la responsabilidad de gobernar, el interés está en lo que ocurra mañana; en el margen de confianza que los mercados les concedan. Pero no habrá que hacerse demasiadas ilusiones.

COMO UN DICTADOR

18 de noviembre de 2011

Silvio Berlusconi, el gobernante más impresentable que ha tenido la Unión Europea en lo que va de siglo, ha caído… por fin. Deja detrás una estela interminable de escándalos, chanchullos y majaderías que ya le garantizan un lugar en la Historia de Italia y un puesto a perpetuidad en los anales del ridículo. La gente, que tanto contribuyó a encumbrarle al poder y a sostenerle, salta ahora de alegría en las calles de Roma, Milán, Nápoles o Turín, por poner algún ejemplo, viéndole avanzar derecho a… ¡hacer puñetas!

Pero, coño, razono y me pregunto, Berlusconi no llegó a primer ministro por un golpe de Estado ni se mantuvo en el cargo respaldado por los militares, así que ¿por qué tanta alegría?. Se presentó a unas elecciones y las ganó, volvió a presentarse y fue reelegido, y así unas cuentas veces. Era un primer ministro con todas las bendiciones democráticas - y algunas vaticanas --, no impuso la censura de los medios aunque consiguió el respaldo de una buena parte haciéndose con su propiedad, y gobernó a golpe de payasadas y de tretas de una mayoría parlamentaria que le apoyaba y defendía sus intereses.

Son muchas las críticas y acusaciones que se le pueden hacer pero ninguna en la que no haya que implicar de lleno a muchos millones de sus compatriotas que fueron, que nadie lo dude, culpables al ciento por ciento de haber sido gobernados por semejante esperpento incluso contra la Ley y la Justicia. Italia es un país con experiencia democrática y no se explica cómo un pueblo tan avispado ha podido caer en semejante tentación y perseverar en el empeño de mantener en el poder a un personaje de semejante calaña. Berlusconi ha llevado al país al desastre y, lo que es peor, al ridículo, y ahora, cuando a los mercados ya no les sirve, le despiden igual que si se tratase de un dictador caído en desgracia.

Nunca es tarde y más vale tarde que nunca, pero ahora a ver quien es el guapo que desface los entuertos que deja este personaje que durante años y años hizo de su capa un sayo y de su país un circo con un único clown y muchos burdeles con cliente exclusivo.

EL (mal) EJEMPLO AUSENTE

13 de noviembre de 2011

Estamos atravesando una dura crisis, obvio es recordarlo, y se impone apretarse el cinturón. Esta es una apreciación en la que, matices aparte para no ahuyentar votos, coinciden todos los políticos. Alfredo Pérez Rubalcaba y Mariano Rajoy, los dos aspirantes reales a encabezar el próximo Gobierno, están excepcionalmente de acuerdo. No queda otro remedio que suprimir gastos, reducir presupuestos, ahorrar en definitiva que es un verbo que estos años pasados de vacas gordas estaba cayendo en desuso. Pero una cosa es predicar y otra dar trigo, también es sabido. Y puestos a debatir, que es un recurso en el que ambos habían puesto el lunes sus esperanzas, residuales uno y de trámite el otro, en el intento ninguno de los dos ha dado el ejemplo que de ellos cabría esperar. Además de poner mil tiquismiquis a la organización -la Academia de la Televisión-, vetos a diestro y siniestro, ambos acabaron transigiendo con un derroche económico que, en mi modesta opinión, carece de justificación alguna.
La organización del debate costó más de medio millón de euros, que se dice pronto y cuesta aceptar. Los populares no han querido que se celebrase en TVE, donde hubiese salido casi gratis y los socialistas no se avinieron -y entiendo que no quisieran desairar a la televisión pública-, que se celebrase en una cadena privada. Así que para arreglarlo y sin pensar en costes -¡será por dinero, coño!- se optó por montar el tinglado partiendo de cero. Tal y como si no hubiese platós bien equipados en Prado del Rey, se alquiló un local -el Palacio de Congresos y Exposiciones del paseo de la Castellana-, se instaló adecuadamente con los medios más modernos, se contrató un catering de lujo por si los contendientes e invitados llegaban y terminaban hambrientos y todo pagado a tocateja, claro. Pregunté a uno de los responsables del montaje por qué, por ejemplo, se habían alquilado las cámaras -que seguramente será uno de los capítulos de gasto más elevados- y no se pidieron prestadas a las televisiones que iban a ofrecer la transmisión.
-Parece que no querían que estuviesen contaminadas.
La respuesta era una vulgar ironía quizás bien fundamentada. Pero el hecho, lamentable. Medio millón de euros puede, como creo que dijo el presidente de la Academia y moderador del debate, el precio de algún programa de televisión. Me parece un poco exagerado en las actuales circunstancias de penurias. Pero, en cualquier caso, es una cantidad muy pero que muy respetable que en buena medida se podría haber ahorrado.
Los espectadores nos hubiésemos enterado igual de lo que opinan los dos candidatos, que la verdad no ha sido tan novedoso, y podríamos haber apreciado lo mismo sus cualidades dialécticas sin semejante derroche. Además, y creo que hubiese sido lo más importante, todos nos habríamos quedado con la copla de que los tiempos no están para tirar «p'alante» como se ha hecho. Ignoro con exactitud quién ha corrido con la factura, cómo se ha repartido el gasto y quién se ha beneficiado con los contratos de algunos servicios. Lo podría averiguar sin mucho esfuerzo, pero me da igual. Lo que creo que no da igual es el pésimo ejemplo que, eclipsado tras las pasiones que el debate haya podido despertar, los candidatos, o sus partidos o sus asesores -que con frecuencia tienen que justificar sus sueldos limitándose a aconsejar el color de las corbatas- han dado. Al final, supongo que el medio kilo largo (de euros, no de pesetas) lo pagaremos de alguna manera entre todos.

DEBATES

Algunos seguidores acérrimos de la política, mayormente socialistas, aguardan como agua de mayo el debate de mañana entre los dos candidatos principales a encabezar el Gobierno la próxima legislatura. Para Rajoy, todo parece indicar que el cara a cara o el cuerpo a cuerpo como dirían los cronistas de boxeo, es más que probable que vaya a convertirse en un trámite, comprometido, por supuesto, pero un trámite. No necesitará brillar espectacularmente para lo que ahora mismo más debe de interesarle, que es mantener la cómoda ventaja que le anticipan las encuestas.
Para Rubalcaba, todo es distinto. El debata es, si no la última -porque aún quedan muchos días de campaña y en política los días de tensión electoral pueden convertirse en siglos- es ahora mismo la principal oportunidad que le queda de darle vuelta a las previsiones. ¿Cómo? Pues difícil, desde luego, pero logrando el milagro de convencer a los dos millones largos de indecisos, en muchos casos ex votantes socialistas, que vuelvan al redil ideológico; es decir, que se percaten de que es mejor lo malo conocido que lo bueno por conocer.
La realidad es que la situación está mal, que el panorama es oscuro, pero que desde el Gobierno de un país occidental, miembro de la UE y, sobre todo, parte de la Eurozona, poco diferente de lo que se está haciendo, van a poder hacer los nuevos gobernantes y que no sea lo que está exigiendo las instituciones internacionales, los mercados y lo que recomienda la mayor parte de los expertos, excepciones aparte. La crisis española sólo difiere de las de los vecinos en la gravedad del desempleo y ese es un problema ante el cual las recetas tropiezan invariablemente con la falta de los créditos necesarios para reactivar la economía. Personalmente, soy de los que creen que los debates están sobrevalorados por la opinión pública. Constituyen un buen espectáculo, pero es poco lo que aportan en la práctica a aclarar las ideas a la gente. Los votantes ya conocen a los contendientes, ya saben cómo piensan y qué se proponen, y no es fácil, como tan frívolamente se cree, que el color de sus corbatas pueda ejercer tanta influencia en su forma de pensar. Lo hicieron en otros países y aquí, en la propia España, en el pasado, pero estos debates institucionales más que periodísticos cada vez cuentan menos en todas partes y no sólo por el hastío que ese recurso va creando.
Los defensores rebaten esta creencia recordando la importancia que a lo largo de las primarias y de la propia campaña tienen en EE UU. Pero allí son debates abiertos, a veces incluso a las preguntas del público, con moderadores que guían sus preguntas y repreguntas en función del interés periodístico de los personajes y de las pistas que sus respuestas vayan abriendo. Aquí la tradición, que mañana no cambiará, nos pone ante debates encorsetados, con los temas a tratar bien delimitados, y la actuación del moderador puesta en el cronómetro para que ninguno de los dos hable un segundo más que el otro.
La rigidez es un pésimo elemento a la hora de expresarse y, desde luego, la capacidad de un político para ajustarse a unos condicionantes tan estrictos no tiene por qué ser un mérito importante a la hora de gobernar. La ligereza que se va imponiendo en la política confunde. Puede perfectamente haber un buen presidente del Gobierno que no sea verbalmente brillante. Mañana, en principio, Rubalcaba parte con la ventajada de una mayor agilidad de reflejos y una mejor capacidad de expresión que Rajoy, más reservado y dubitativo en las respuestas. Pero eso es muy poco lo que al fin y al cabo puede representar.

SALDOS DE OTOÑO

27 de octubre de 2011

La familia Ruiz Mateos, refractaria a las leyes del escarmiento, no han esperado a enero, como hacen los grandes almacenes, para saldar el panal de empresas con que estaba empeñada en resucitar la colmena de la abeja. Acaban de abrir los infrecuentes saldos de otoño. Todo estaba, por lo que se ve, tan colgado en el aire que al final las deudas y compromisos financieros impusieron a los nuevos rumaseros una liquidación de emergencia que la familia, claro, atribuirá a la persecución del Gobierno que no les permite las chapuzas y a los bancos que no le permitieron seguir desafiando las leyes de la naturaleza financiera.
Ruiz-Mateos hace años, y por lo que se concluye ahora también sus hijos y nietos, que creen que se pueden adquirir y levantar grandes empresas sin dinero, y luego pasa lo que pasa. Lo suyo es como querer hacer tortillas sin huevos y el resultado acaba siendo desastroso. Bien es verdad que ahora han dado un ejemplo curioso, quizás con la intención de demostrar que lo suyo es viable. Hace unos días, el grupo familiar saldó su imperio, levantado con pagarés a incautos prometidos a precio de oro, y vendió diecinueve empresas, diecinueve, a un precio neto de un euro cada una.
No está mal por un euro convertirse en propietario de una empresa, aunque luego resulte que sea una empresa sin tesorería y, como suele ocurrir con las empresas de Ruiz-Mateos, más teñidas de rojo que la Selección Nacional de Fútbol. La operación no se realizó ni en Wall Street ni siquiera en un despacho anexo a la Bolsa de Madrid. Vendedores y comprador se dieron cita en Belice, extraño país para hacer negocios, bien es cierto, pero seguramente con facilidades para formalizar este tipo de operaciones y, de paso, quizás para hacer algo de turismo mochilero con el producto de la venta.

Darse el codo

19 de octubre de 2011

Esa mala costumbre que tenemos de darnos la mano habrá que irla desterrando. Eso al menos recomienda el eminente virólogo Natham Wolfe, profesor de la universidad norteamericana de Stanford. Y es que, según parece, darnos la mano es "malísimo", así de simple. El científico lo expone con pelos y detalles en su próximo libro, "la tormenta viral", que está a punto de exhibirse en los escaparates. Al parecer, las manos llevan adheridos millones de agentes infecciosos que en los saludos pueden pasar sin percatarnos del riesgo de unos a otros y ser la causa de las enfermedades más variadas y engorrosas.

Últimamente ya los médicos recomiendan lavarse las manos con mayor frecuencia, aunque no todo el mundo les hace caso. Hay quien por ahorrar agua convierte a sus dedos en criaderos y reservorios de microbios. Wolfe hizo sus estudios y está convencido de que si abandonásemos el pernicioso hábito de darnos la mano tal y como si fuésemos franceses, que son los reyes de esta forma de confraternización, nuestra salud nos daría menos preocupaciones. Porque, además, hay algo que olvidamos y es que los agentes infecciosos son chiquititos pero tienen una capacidad de supervivencia hasta de veinticuatro horas, y no sólo en las manos sino en cualquier cosa que las manos hayan tocado.

El doctor Wolfe es comprensivo ante el argumento de que de alguna manera hay que saludarse y despedirse y lo único que se le ocurre es que el apretón de manos lo sustituyamos por una inclinación de cabeza, como ya hacen los siempre prevenidos japoneses, o si se insiste en algún tipo de contacto físico, pues con un toque ligero de codos. Los besos deben quedar reservados para las efusiones amorosos y el choque de narices de los maoríes, pues para las películas con actores bien desinfectados.

Sexo y política

17 de octubre de 2011

Pues, sí, es cierto: la jodienda no tiene enmienda. Todos los días nos deja alguna víctima y no sólo en los matrimonios. Últimamente se ceba mucho en el clero, regular y secular, con pésimos ejemplos que escandalizan a la cristiandad. Pecar contra el Sexto Mandamiento siempre ha sido motivo de especial repulsa entra los curas, pero que los que pequen sean los custodios de la moral, es decir, ellos, es aberrante. Y más cuando el pecado se sale de los prostíbulos o de la convivencia con el ama de las residencias parroquiales y se adentra en el terreno de la pederastia el asunto clama al cielo, nunca mejor dicho.

No hay gremio que se libre de la tentación, de sus caídas y de las correspondientes consecuencias. Incluso sacude a veces la estabilidad de grandes empresas por si los avatares de la crisis no fuesen suficientes para hacerlas temblar en sus cimientos. Con todo, el gremio más afectado por las canas al aire de sus protagonistas es el político y, sobre todo, el gremio político norteamericano. Los estadounidenses no perdonan ni ésta a sus políticos cuando se les abre la bragueta o suelta el sujetador. Aquí en Europa la crisis arrecia más pero los políticos tienen un margen algo mayor para, llegado el caso, echar un polvo fuera de casa. Tampoco muy grande, bien es verdad.

Esta semana uno de los políticos más prometedores de la democracia cristiana alemana ha puesto en un brete a la mismísima Angela Merkel con un affaire del que se habla y no se termina. No se trata, no, de ningún asuntillo de la canciller, nada de eso, que nadie piense mal. Ella nunca ha dado ningún escándalo sexual. Es su hombre en Schleswig-Holstein, Cristian de nombre además de cristiano de ideología, y von Boetticher de apellido. Era el presidente de la CDU y el futuro primer ministro del Estado. Pero la carrera se le ha ido a hacer puñetas cuando se supo que tenía un ligue de cama con una joven de… dieciséis años. Además de adúltero, con una menor lo cual no le convertía precisamente en el mejor ejemplo para promover los valores morales de su condición político-religiosa. Fue destituido de todos sus cargos a la alemana.

Legislatura para olvidar

Termina la legislatura y llega el tiempo para un primer análisis apresurado de su recuerdo. Habrá que ver con el tiempo lo que dice la Historia, aunque de momento todos los indicios anticipan que pasará a la memoria como una legislatura para olvidar. Ante su inminente despedida, no se escuchan sollozos ni se vislumbran lágrimas por ninguna parte. Ha transcurrido sumergida en una de las crisis más duras y pertinaces que se recuerdan y esa es sin duda una buena razón para que todos deseemos perderla de vista cuanto antes y hasta donde sea posible olvidarla pronto.
Circunscribiéndonos a España, no es fácil ni sería justo culpabilizar a nadie de sus orígenes ni tan siquiera del retraso con que se hace esperar su salida. Hay razones superiores que seguramente era difícil esquivar y que, desde luego, no se han esquivado. Al intentar un análisis político desapasionado de los hechos hay que contemplar las actuaciones tanto del Gobierno como de la oposición y sobre ambos se imponen consideraciones críticas muy evidentes, con alguna excepción como la que ha permitido el elevado nivel de normalización que se ha conseguido en el País Vasco. El acuerdo para afrontar juntos el problema que lograron, no siempre con las sonrisas de fondo de sus partidos, socialistas y populares, ha sido modélico y discurre, a pesar de las dificultades, con una ejemplaridad que hay que apresurarse a reconocer. Es sin duda el hecho más positivo que la legislatura nos deja. Lo triste es que no haya servido de ejemplo y que los dos principales partidos, el PSOE y el PP, no fuesen capaces de imitarlo y convertirlo en un acuerdo global de Gobierno para afrontar la gravedad de la crisis con la fuerza de la unidad.
Los acuerdos de esta naturaleza, de los cuales hay precedentes en otros países, no están contemplados para todos los días. Sólo para afrontar las grandes catástrofes o conflictos y no parece exagerado pensar que lo que está ocurriendo en el ámbito de la economía y las relaciones internacionales perfectamente podría ser incluido en alguna de estas consideraciones. Lejos de lograr un entendimiento que indudablemente hubiese favorecido a toda la sociedad y bien visto por una buena parte, los dos partidos llamados a alternarse en el poder se han dado la espalda y se han echado cuanta arena han podido en los cojinetes de sus engranajes. Contemplado la falta de solidaridad demostrada, no ya entre ellos como rivales sino con los ciudadanos, ha sido penosa. Tanto unos como otros han privilegiado los intereses electorales de sus partidos y han desaprovechado la ocasión de exhibir la grandeza de miras que la situación recomendaba. Ni Zapataero ni Rajoy supieron tomar nota del pragmatismo y el talante que frente al terrorismo están demostrando Patxi López y Basagoiti, a quienes el entendimiento no les impedirá pronto defender cada uno sus ideas ante las futuras elecciones.
Escuchando a algunos líderes tanto del PSOE como del PP puede parecer que sus diferencias son abismales cuando realmente sólo los son planteamientos menores. Ante la política económica, las relaciones internacionales y las cuestiones relacionadas con el orden público o la Justicia, los asuntos cruciales que tienen que administrar, las diferencias más allá de las personas y la escenificación de los métodos, son mínimas. Cuando empezó a vislumbrarse la gravedad de la crisis, ambos partidos podrían y deberían haber integrado un gobierno de coalición para un bienio sin necesidad de mayores sacrificios que una pequeña renuncia al amor propio.

PESIMISMO PASOTA

9 de octubre de 2011

Lo peor de la crisis que estamos sufriendo es el pesimismo con que la afronta la sociedad. Pero es un pesimismo que quizás por carecer de perspectivas de caducidad se ha vuelto preocupantemente pasota. La gente lamenta el duro panorama que enfrenta, pero lo asume con una pasividad pasmosa. No hay conflictos sociales ni protestas populares - el movimiento del 15M se está deshaciendo sin dejar huella-, lo cual puede ser positivo, sin duda, pero el mismo tiempo también se echan de menos reacciones e iniciativas por modestas que sean para buscarle salidas a un horizonte tan cerrado. El panorama que cada mañana ofrece la lectura de los periódicos es francamente desolador. Hace mucho tiempo que no aparece noticia alguna que invita a recuperar la esperanza puesta en una recuperación que se ha vuelto tan escurridiza como una anguila. Los datos económicos son pésimos y, lo peor, no se circunscriben sólo a España. Todo nuestro entorno, incluidos los propios Estados Unidos, atraviesan dificultades parecidas que alejan las perspectivas de que alguna locomotora providencial empiece a tirar con fuerza de los demás. Los políticos, integrantes de una generación que no pasará a la historia por su clarividencia, se agotan en reuniones y declaraciones vacuas que nadie se cree mientras los mercados, convertidos en el verdadero poder en acción, manejan las finanzas sin otra preocupación que no sea salvar sus intereses de la quema y, de paso, quedarse con algún beneficio entre los dedos. Es muy deprimente observar lo que está ocurriendo cuando hay miles de millones de seres humanos que tienen amenazado no sólo el bienestar alcanzado sino también algo tan elemental como son sus derechos a la propia salud o la educación de sus descendientes. Por eso sorprende el pesimismo pasota en que hemos caído. Se nota que nos habíamos acostumbrado mal, que vivíamos en la convicción de que nuestros problemas nos serían resueltos de manera providencial sin tener que aportar nuestra imaginación o nuestro esfuerzo. Hay razones abundantes para quejarse y muchas para indignarse por el pésimo manejo que se ha hecho de la globalización financiera, pero igualmente cabe lamentar la actitud de amodorramiento con que la inmensa mayor parte de los afectados, que somos casi todos los ciudadanos, está reaccionando. Resulta deprimente recorrer las calles salpicadas de locales cerrados, negocios que se traspasan y edificios en venta sin posibilidades de encontrar comprador, del mismo modo que resulta tibiamente alentador observar esporádicas iniciativas mercantiles, comerciales o artesanas que pretenden resurgir de la nada en un desesperado intento de supervivencia empresarial. Son iniciativas alentadoras, desde luego, pero escasas y pocas de ellas predestinadas a salir adelante. Deberían ser muchas porque para superar la crisis es necesario algo más que reivindicar que los bancos reabran el crédito, elemento imprescindible para la recuperación, o que el Estados nos dé el empleo que las empresas destruyen. El pesimismo pasota, que lleva a muchas personas a esperar al ingreso cada fin de mes del exiguo subsidio de supervivencia del desempleo es sin duda la peor contribución que cada cual puede hacer a la búsqueda de soluciones. La crisis, al margen de quienes han tenido mayor responsabilidad en su generación, es un problema de todos y todos, no sólo los políticos, los banqueros o los economistas, tenemos algo de responsabilidad a la hora de afrontarla. Repartir culpas no es la única manera de salirle al paso a las dificultades. Todos los sufrimos y todos debemos aportar algo, más allá de los lamentos, para conjurarlos.


Grecia, el mal de todos los males

2 de octubre de 2011

Desde Pericles, Platón o la guerra del Peloponeso seguramente nunca se tuvo tanto en cuenta a Grecia -y mira que ya llovió-, como se está hablando ahora. La pequeña península balcánica, cuya existencia clásica perpetúa la imponente acrópolis que se alza en el centro de Atenas, no sale de las páginas de los periódicos, abre cada noche los 'telediarios' y centra la atención de las tertulias políticas un día si y otro también convertida en el epicentro, cuando no en el culpable, de todos los problemas económicos que desde un tiempo a esta parte estremecen al mundo.
Cada vez que su precaria situación griega levanta tímidamente la cabeza, un nuevo coletazo asestado por los mercados o las agencias de evaluación la condenan nuevamente a la incertidumbre. Su economía, evidentemente hecha unos zorros, y la mala cabeza de sus gobernantes, mayormente pasados, mantienen al país al borde de la quiebra y a sus habitantes sumidos en la desesperación rayana en la miseria. Hay respuestas para muchos de los porqué que su situación extrema suscita, pero no existe explicación para uno que nos afecta a todos los demás.
¿Cómo es posible que un país de once millones de habitantes, que no es referente económico de nada, que no exporta materias primas cruciales y que no ejerce especial influencia en el sistema financiero internacional, mantenga en vilo al euro, a la eurozona y a poco que nos apuremos a las grandes potencias económicas como Alemania, Francia y hasta los propios Estados Unidos? Es evidente que Grecia está en la órbita de la moneda única europea y lo que ocurra con sus cuentas afecta a la economía continental. Pero, ¿tanto?, tratándose como se trata de un pequeño porcentaje de su producto interno bruto, de su balanza comercial y del volumen de sus transacciones financieras, es incomprensible. No se explica, desde luego, que por muy acatarrada que esté la insignificante economía griega, que lo está, toda la eurozona, con Alemania a la cabeza, se haya puesto a estornudar. Hay en todo esto algo que no se ha explicado y como no se ha explicado, efectivamente, no se entiende. Para empezar, no se entiende que los socios comunitarios no sean capaces de coger el toro por los cuernos y sacar a la economía griega del atolladero actual y encauzarla para el futuro.
Pero sobre todo no se entiende que estén dejando deteriorarse la situación griega con todo el efecto contagio que está demostrando. Si se intuía, y ahora ya se sabe, que el problema adquiriría ramificaciones graves, ¿por qué tanto los gobiernos como la banca internacional no se apresuraron a salirle al paso? Llevamos muchos meses de tiras y aflojas, con reuniones cuyo coste seguramente hubiese contribuido a paliar las deudas griegas, consumiendo titulares que al final se acababan convirtiendo en humo, dejando que la situación en el país se degradase y el ambiente social se e inflamase, y sin atacarla con resolución.
¿Qué estaría pasando -nos preguntamos- si una crisis de esta naturaleza azota a una economía como la francesa, la alemana o, lo que sería más probable, la italiana o la española? Pues fácil es pronosticar que adiós euro, entre otros muchos males. La conclusión improvisada de un observador superficial es que las bases de la economía globalizada que rigen la actividad financiera están prendidas con alfileres, que hacen agua por todas partes y que dejan abiertas muchas grietas para que la libertad en el campo de los negocios haya dejado de tener puertas y reglas.

Los males nunca vienen solos

29 de septiembre de 2011


Los males nunca vienen solos y a Europa le han caído varios coincidiendo con estas crisis económicas, que se enredan unas en otras como las cerezas, y los responsables y expertos no saben cómo encararlas. Parece, veamos, que por fin, Angela Merkel está poniendo los pies en Europa. Porque uno de esos males, y no pequeño, es que Alemania, el motor de la integración durante tantos años y el país que lidera la economía continental, ha venido a manos de Angela Merkel, la dirigente que hasta ahora ha demostrado menos visión de futuro y menos sentimiento europeísta de todos los cancilleres que en Alemania se han sucedido. Merkel y su endeble coalición con los liberales, que no saben cómo sacar tajada electoral de su cooperación en un Gobierno que hace aguas, no puede desprenderse de sus años bajo un régimen comunista, al que sigue odiando y del que tanto nacionalismo ha aprendido. Su orgullo germano no le permite compartir muchas decisiones y muchos problemas con unos socios comunitarios a los que considera como paniaguados de su superioridad económica. No se ha enterado, por lo que parece, que Alemania ha crecido y es económicamente superior gracias a la clientela cautiva que su industria tiene en la UE. Pero lo está pagando por partida doble, porque los errores siempre se pagan. En primer lugar, en votos. Las elecciones en los länder han justificado muchas de sus negativas a las medidas que hacen falta para sacar a la Eurozona y a la moneda única del atasco en que se encuentran. Merkel se ha dejado llevar por la demagogia de los nacionalistas, en quienes aparecen a veces atisbos de desprecio hacia otros pueblos, y si embargo sus argumentos no le han servido para nada; si acaso para acumular derrotas, ya en cinco regiones federadas. Tampoco le están funcionando sus recetas suicidas para que todos nos pasemos los días acudiendo al talabartero para que haga nuevos agujeros a nuestros cinturones. Su condescendencia con los mercados, que no por hallarnos en crisis están perdiendo dinero, ha impuesto por toda Europa recortes presupuestarios, reducciones brutales del gasto, incremento más o menos visible de los impuestos, descenso progresivo de la inversión y el consumo, y aumento del desempleo. Se reducen, sí, la deuda y los déficit pero también cae la actividad económica, la recaudación pública, los ingresos de las familias y. el gasto. Asistimos a una caída en la compra de productos como coches de alta gama, cuyo origen en buena medida es alemán. Hace un mes, Merkel y su Gobierno se encontraron con la sorpresa de que el crecimiento del país se había paralizado. Y es que, aunque Alemania tiene mejores posibilidades para la recuperación que los demás, su insolidaridad y su incapacidad para liderar soluciones globales la ha colocado en una posición delicada. Cada vez que las bolsas sufren una de esas arremetidas que hunden sus índices, las alemanas son las primeras en desplomarse. Y es que, sin Europa, Alemania es menos. Merkel fue en su momento una promesa entre la desvaída derecha europea, pero su imagen política se ha volatilizado tanto dentro como fuera de su país. La actitud de insolidaridad que exhibe con tanta frecuencia está creándole a Alemania una pésima imagen. Cada vez se la ve más como un enemigo que como un aliado solidario. Aunque todavía menos que en otras, su economía vinculada al euro también sufre y la actitud de su canciller lejos de proporcionarle réditos políticos no cesa de acarrearle derrotas y pérdida de respaldo que anticipa que su carrera no parece augurarle un buen futuro. Menos mal que el Constitucional, respaldando los rescates, le acaba de quitar argumentos para su escasa insolaridad.
 

Asturianos para recordar

Ignoro cuál es el procedimiento que sigue el Gobierno regional para otorgar las medallas que entrega cada año a los asturianos más relevantes en el acto político más solemne en torno al Día del Principado. Y, aunque resulte extraño, hoy prefiero no saberlo, porque esa ignorancia momentánea me permite opinar con mayor margen de independencia que en esta ocasión, y no ha sido la única, ha juzgado con buen criterio y, en mi opinión, ha acertado plenamente. La lista de galardonados coincide en la apreciación de que todos son merecedores de que Asturias les brinde un reconocimiento público a su contribución en diferentes ámbitos de la modernización y la convivencia en libertad y se les confiera la condición de asturianos para recordar.
Las medallas tienen en esta edición un evidente, aunque no único ni mucho menos, carácter político bien justificado por el trigésimo aniversario que cumple el Estatuto que le confiere a Asturias su autonomía. Entre ellas destaca la Medalla de Oro a título póstumo al socialista histórico, y no por histórico menos contemporáneo, Rafael Fernández, primer presidente, una de las personalidades recientes de la política asturiana, dignísimo sucesor de Jovellanos, Riego o Melquíades Alvarez, que más respeto y admiración concita, y quizás el político español que mejor representó ese tránsito -superador de una guerra y cuatro décadas de Dictadura- entre la democracia republicana del pasado y la democracia monárquica actual.
La recuperación de la democracia, después de tantos años de permanecer proscrita y perseguida, complementada con la descentralización administrativa y la implantación del sistema autonómico se consiguió plenamente en Asturias gracias a la buena disposición para el entendimiento de los partidos más importantes del espectro político regional. Entre ellos existían lógicas diferencias como no podía ser de otra forma, pero todos supieron renunciar a actitudes fundamentalistas, privilegiar el diálogo y prestarse a acuerdos de mínimos denominadores que consolidaron el sistema democrático que, sin dejar de ser acreedor a críticas y susceptible de mejoras, funciona con normalidad institucional y eficacia administrativa.
Jesús Sanjurjo, del PSOE; Emilio García-Pumariño, de la desaparecida UCD; Gerardo Iglesias, del PC, y Juan Luis de la Vallina, de AP (hoy Partido Popular), no fueron los únicos líderes que prestaron tan importante contribución en Asturias a la transición democrática -hay otros muchos nombres que merecen también el reconocimiento-, pero son los cuatro más representativos y los que mejor simbolizan la voluntad de entendimiento que fue la que logró el éxito de aquella evolución que ahora usufructuamos. Es de bien nacidos ser agradecidos y todos ellos merecen, desde luego, esta Medalla que representa en el reconocimiento a todos los asturianos.
Pero los méritos en el ámbito de una sociedad no se circunscriben sólo a la actividad política, aunque la efemérides del treinta aniversario de la Autonomía se imponga en esta ocasión. En la concesión de las medallas se ha tenido en cuenta también la actualidad que su retirada de la actividad pública le confiere a la figura del diplomático Alberto Aza, jefe de la Casa del Rey, personalidad igualmente crucial en la transición democrática, y exembajador de España en el Reino Unido y ante la OEA. En todos sus puestos y circunstancias Alberto Aza ha sido un funcionario ejemplar que sabía conjugar su entrega al trabajo, su inteligencia y el mejor tacto a la hora de enfrentar situaciones complicadas, con su cordialidad y nobleza típicamente asturianas.
Blanca Álvarez Pineda en sus años de directora del Archivo Histórico demostró unos conocimientos y una visión clara de la importancia y previsión de futuro que merece esta institución. Su trabajo ha sido sin duda una de las aportaciones más valiosas a la cultura y la investigación histórica que se han hecho en Asturias. Y no menores razones justifican la medalla concedida, también a título póstumo, a Emilio Llamedo, el parragués cuya capacidad, afición y entusiasmo han sido decisivos para la perpetuación del éxito del Descenso del Sella tras la desaparición del también inolvidable Dionisio de la Huerta.
Más allá de estos nombres, todos igualmente dignos de encomio, las Medallas de Asturias dejan en su nueva edición algo que, sin ánimo de mirarnos el ombligo, no debería ser olvidado y es que el Principado tiene una buena reserva de personalidades relevantes, susceptibles de despertar respeto y admiración del mismo modo que cuenta con una excelente predisposición para la gratitud y el reconocimiento hacia quienes más descuellan en su contribución a la colectividad