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Diego Carcedo, periodista, asturiano de Cangas de Onís. Fue director de Radio Nacional de España. Corresponsal en Nueva York y Portugal. Es Presidente de la Asociación de Periodistas Europeos.

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Fútbol

6 de diciembre de 2011

Llevamos meses hablando de deudas, con países en bancarrota, regiones, ayuntamientos, empresas,bancos y, por supuesto, familias agobiadas por los números rojos de sus saldos y los compromisos pendientes con sus acreedores, pero quizás la pasión nos invita a olvidarnos del desastre financiero que muestran en España los clubes de fútbol. Las agencias internacionales de calificación de solvencia económica no entran en estas instituciones que manejan desde la opacidad centenares y centenares de millones, que en contadas ocasiones cubren gastos y siguen tirando de largo tal y como la crisis fuese jauja. El fútbol español está hasta las cejas. Pero los perez y demás empresarios, del ladrillo o similares, que capitanean los clubes continúan pujando por los ronaldos con la misma alegría y derroche de siempre. Los gobiernos, unos con mayor rigor que otros, pero todos con realismo, intentan recortar presupuestos y reducir sus déficit, fiscales y presupuestarios. Pero eso a los responsables de los clubes de fútbol les resbala. Lo sorprendente, quiero apresurarme a decirle antes de que se me quede entre las teclas del ordenador, es que los bancos colaboren. Tal parece que el crédito, cerrado a los pequeños empresarios o a quienes necesitan comprar vivienda, siga fluyendo para pagar fichajes tan escandalosos como prescindibles. Bien mirado, conseguir títulos internacionales a precio de oro carece de mérito; no pasa de ser una exhibición de nuevos ricos, igual antes sus predecesores exhibían sus incisivos recubiertos de oro. Jugadores normales, con espíritu deportivo, ansias por competir y vencer, pueden ofrecer el mejor espectáculo deportivo que la emoción del fútbol es susceptible de brindar. En fin, obvio es añadir que el Real Madrid, con todos los respetos a la voluntad de sus seguidores, es la muestra más lamentable de este espectáculo de despilfarro que sus gestores, actuales y pasados, vienen ofreciendo. Es entre todos los clubes españoles el más empeñado, con cerca de setecientos millones de euros, cantidad que se dice pronto, de deuda en su contabilidad. Claro que no es el único y ante su capacidad para captar ingresos, tal vez no sea el más abrumado. Peor lo tienen el Valencia, con 550 millones o el Atlético de Madrid, con 511 por no hablar de algunos más modestos cuyas cifras son no menos escalofriantes. El Barcelona, en cuarto lugar, con 489 millones también lo tiene crudo aunque analizando sus cuentas, si sus rivales están hasta las pestañas, a él el agua sólo le llega al cuello. En tiempos de austeridad como la que se impone, cuando las deudas tanto lastran la imagen del país y acumulan compromisos multimillonarias para asumir sus intereses, las que maneja el fútbol a menudo lastrado además por la corrupción, invitan a rebelarse. Y más cuando en muchos casos acaban en reivindicaciones, con apoyo popular, también hay que recordarle, para que el dinero público, el de todos, acuda en su socorro. Los gastos de los clubes apenas se ven cubiertos en un 34% por sus socios y taquilla. Las televisiones asumen el 35% y el resto tienen que cubrirlo con otros ingresos, subvenciones y créditos. No hace falta ser experto en contabilidad para percatarse de que los cuatro mil millones de dudas acumuladas por los clubes de Primera y Segunda frente a un patrimonio de poco más de trescientos es un disparate que acabará estallando. ¿Es sensato llegar a semejante desastre anunciado? ¿Acaso un enfrentamiento entre rivales clásicos como el Oviedo o el Sporting, sólo con jugadores locales, resultaría menos apasionante que con la mezcolanza de procedencias que ambos equipos suelen alinear?

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