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Diego Carcedo, periodista, asturiano de Cangas de Onís. Fue director de Radio Nacional de España. Corresponsal en Nueva York y Portugal. Es Presidente de la Asociación de Periodistas Europeos.

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DEMOCRACIA SIN CORNETA

29 de septiembre de 2010

Los partidos políticos necesitan disciplina, pero es evidente que no pueden funcionar a toque de corneta. Los dirigentes propenden a manejarlos desde la autoridad y se olvidan con frecuencia de que no son organizaciones militares sujetas al ordeno y mando. Quienes se afilian a una formación política tienen derecho a opinar y a participar con sus criterios en las decisiones; unas decisiones que no siempre tienen por qué ser las que técnicamente puedan parecer más aconsejables para alcanzar determinados objetivos electorales.
Estos días hemos tenido un buen ejemplo sobre estos avatares en Madrid donde la militancia socialista, quizás la más politizada e inconformista de toda España, proporcionó un revolcón político a su principal líder, el secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero. Lo ocurrido es bien conocido y ahora lo que se impone es extraer las lecciones que la experiencia ha dejado. Zapatero se olvidó quizás de que cada miembro de su partido es algo más que un número y una cuota a fin de mes y lo está pagando. Desde su liderazgo intentó imponer el candidato, en este caso la candidata, a la Presidencia de la Comunidad de Madrid, y no lo consiguió. La reacción del elegido inicialmente por la Ejecutiva Regional, Tomás Gómez, no aceptó la sugerencia de cederle la oportunidad a la ministra de Sanidad, Trinidad Jiménez, y en las primarias, celebradas el domingo, el respaldo que obtuvo, a pesar de competir con el grueso de la Ejecutiva Federal, ha sido un golpe duro para Zapatero y su futuro político.
Duro en sí y muy duro al llegarle en el momento más bajo y polémico de su etapa al frente del partido y el Gobierno. En estos momentos existe la duda sobre su presentación para un tercer mandato, y este revés, que visibiliza la disconformidad de una parte de las bases sobre su gestión, se le puede volver catastrófico. En cambio, Gómez, un político valioso, trabajador y responsable, incrementó su imagen, hasta hace unas semanas apagada, reflejando determinación y plantándole cara a su jefe, algo que le rodea en estos momentos de una aureola que podrá capitalizar en los comicios de mayo.
Tomás Gómez tuvo la habilidad durante la campaña de las primarias de mantener el equilibrio entre la disciplina hacia su partido y a quien lo lidera y al mismo tiempo sabiendo defender ese principio básico de libertad y e independencia que la democracia implica. Ganó bien, sin que se le pueda acusar de ninguna trampa ni marrullería, y su fama de hombre con excelente capacidad de gestión se incrementó con la imagen de firmeza que reveló y que tanto se echa de menos en la vida política.
¿Tenía necesidad Zapatero de arriesgar tanto como arriesgó al imponer a su candidata? Esta es ahora la pregunta que muchos se formulan. Arriesgó mucho de su imagen a cambio de muy poco y perdió mucho más de lo que podría haber ganado de triunfar Trinidad Jiménez. Que Trinidad Jiménez obtendría mejores resultados en mayo de los que obtendrá su adversario nunca se sabrá, pero, ante el prestigio y la admiración que la actitud que Gómez ha despertado, no lo parece.
Gómez ni en su etapa de alcalde Parla ni en los tres años que lleva como líder del Partido en Madrid había sido un dirigente incómodo ni indisciplinado. Pero llegó un momento en que su criterio recto y frontal se rebeló contra unas órdenes que dejaban la decisión en manos de las encuestas y contra el principio de autoridad que Zapatero no calibró bien. Y es que el secretario general de un partido es su líder, no el coronel de un regimiento. Esa es la gran diferencia.

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