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Diego Carcedo, periodista, asturiano de Cangas de Onís. Fue director de Radio Nacional de España. Corresponsal en Nueva York y Portugal. Es Presidente de la Asociación de Periodistas Europeos.

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EL (mal) EJEMPLO AUSENTE

13 de noviembre de 2011

Estamos atravesando una dura crisis, obvio es recordarlo, y se impone apretarse el cinturón. Esta es una apreciación en la que, matices aparte para no ahuyentar votos, coinciden todos los políticos. Alfredo Pérez Rubalcaba y Mariano Rajoy, los dos aspirantes reales a encabezar el próximo Gobierno, están excepcionalmente de acuerdo. No queda otro remedio que suprimir gastos, reducir presupuestos, ahorrar en definitiva que es un verbo que estos años pasados de vacas gordas estaba cayendo en desuso. Pero una cosa es predicar y otra dar trigo, también es sabido. Y puestos a debatir, que es un recurso en el que ambos habían puesto el lunes sus esperanzas, residuales uno y de trámite el otro, en el intento ninguno de los dos ha dado el ejemplo que de ellos cabría esperar. Además de poner mil tiquismiquis a la organización -la Academia de la Televisión-, vetos a diestro y siniestro, ambos acabaron transigiendo con un derroche económico que, en mi modesta opinión, carece de justificación alguna.
La organización del debate costó más de medio millón de euros, que se dice pronto y cuesta aceptar. Los populares no han querido que se celebrase en TVE, donde hubiese salido casi gratis y los socialistas no se avinieron -y entiendo que no quisieran desairar a la televisión pública-, que se celebrase en una cadena privada. Así que para arreglarlo y sin pensar en costes -¡será por dinero, coño!- se optó por montar el tinglado partiendo de cero. Tal y como si no hubiese platós bien equipados en Prado del Rey, se alquiló un local -el Palacio de Congresos y Exposiciones del paseo de la Castellana-, se instaló adecuadamente con los medios más modernos, se contrató un catering de lujo por si los contendientes e invitados llegaban y terminaban hambrientos y todo pagado a tocateja, claro. Pregunté a uno de los responsables del montaje por qué, por ejemplo, se habían alquilado las cámaras -que seguramente será uno de los capítulos de gasto más elevados- y no se pidieron prestadas a las televisiones que iban a ofrecer la transmisión.
-Parece que no querían que estuviesen contaminadas.
La respuesta era una vulgar ironía quizás bien fundamentada. Pero el hecho, lamentable. Medio millón de euros puede, como creo que dijo el presidente de la Academia y moderador del debate, el precio de algún programa de televisión. Me parece un poco exagerado en las actuales circunstancias de penurias. Pero, en cualquier caso, es una cantidad muy pero que muy respetable que en buena medida se podría haber ahorrado.
Los espectadores nos hubiésemos enterado igual de lo que opinan los dos candidatos, que la verdad no ha sido tan novedoso, y podríamos haber apreciado lo mismo sus cualidades dialécticas sin semejante derroche. Además, y creo que hubiese sido lo más importante, todos nos habríamos quedado con la copla de que los tiempos no están para tirar «p'alante» como se ha hecho. Ignoro con exactitud quién ha corrido con la factura, cómo se ha repartido el gasto y quién se ha beneficiado con los contratos de algunos servicios. Lo podría averiguar sin mucho esfuerzo, pero me da igual. Lo que creo que no da igual es el pésimo ejemplo que, eclipsado tras las pasiones que el debate haya podido despertar, los candidatos, o sus partidos o sus asesores -que con frecuencia tienen que justificar sus sueldos limitándose a aconsejar el color de las corbatas- han dado. Al final, supongo que el medio kilo largo (de euros, no de pesetas) lo pagaremos de alguna manera entre todos.

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