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Diego Carcedo, periodista, asturiano de Cangas de Onís. Fue director de Radio Nacional de España. Corresponsal en Nueva York y Portugal. Es Presidente de la Asociación de Periodistas Europeos.

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El sumidero del crédito

4 de marzo de 2012

Estas últimas semanas, el Banco Central Europeo, que durante años tan insensible se había vuelto ante la falta de crédito que agobia a empresas, autónomos y particulares, abrió de pronto las espitas y puso a disposición de la banca una verdadera lluvia de millones de euros en un intento por aumentar el circulante monetario y así activar la actividad económica. Apenas hace cinco días, fue medio billón la cantidad que se repartió entre las instituciones bancarias a un interés envidiable del uno por ciento.
Una iniciativa que enseguida cosechó el aplauso general al tiempo que abría nuevas esperanzas -las esperanzas, por tibias que sean, nunca se pierden- de que empezasen a desbloquearse vías de financiación capaces de frenar el desempleo, estimular la inversión y devolverle a la industria, al comercio y a la construcción perspectivas de recuperar el crecimiento. Pero, pasadas las horas, los días, las semanas y los meses, ¿alguien tuvo la suerte de acceder a un euro de ese dinero?
Nada ha cambiado en la sequía crediticia que se venía padeciendo ni se intuyen posibilidades de que eso vaya a ocurrir. Los bancos en general -quizás en algún caso haya excepciones, lo ignoro - están accediendo a ese dinero barato para hacer sus propias inversiones, fundamentalmente en deudas públicas, que les proporcionan rendimientos sustanciosos sin especial riesgo y con unos trámites burocráticos la mar de simples. A los particulares que pagan los impuestos y a los empresarios que generan el empleo se les siguen negando los créditos.
Y eso, no hay que olvidarlo, que oficialmente el beneficio de los bancos consiste en prestar dinero. Pero aquí nos encontramos con algunas circunstancias que pasan de lo esperpéntico y se convierten en lo intolerable. El BCE presta dinero público a los bancos comerciales al uno por ciento para que ellos lo cedan a los organismos públicos con un porcentaje tres veces superior. Simplificando, que los ciudadanos tenemos que pagar intereses brutales por nuestro propio dinero, las entidades bancarias siguen obteniendo buenos beneficios y la gente las pasa canutas para encontrar un trabajo que le permita seguir malviviendo.
El Gobierno de Mariano Rajoy acaba de proponer, en una de las mejores ideas que ha tenido desde que está en el poder, abrir unas líneas de crédito en la banca para que los miles de acreedores de los ayuntamientos y comunidades puedan cobrar las cantidades que se les adeudan. Es una buena iniciativa porque permitirá que muchas empresas o autónomos pueden seguir activos, porque aumentará en circulante y eso animará la economía y porque muchos puestos de trabajo se salvarán. Los bancos lo están estudiando a regañadientes.
Carecen de disculpa para negarse porque para ello van a contar con un pellizco de los nuevos préstamos que les acaba de ofrecer el BCE. Pero como para ese dinero tienen otros destinos más sustanciosos, la propuesta oficial no puede por menos de hacerles torcer el gesto y asumirla con condiciones draconianas. Pretenden adelantar el pago a los acreedores municipales, sí, pero a cinco años, con la garantía del Estado y con un interés del cinco por ciento, es decir, cinco veces superior al que a ellos les está costando el dinero público que el Banco Central Europeo está abierto a proporcionarles.

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