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Diego Carcedo, periodista, asturiano de Cangas de Onís. Fue director de Radio Nacional de España. Corresponsal en Nueva York y Portugal. Es Presidente de la Asociación de Periodistas Europeos.

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Multas: Si no tienen para comer

19 de marzo de 2012



A los mendigos de Valladolid, que bastantes desgracias enfrentaban ya teniendo que pedir limosna para comer, los males no cesan de acosarles. Ya no es sólo el frío de la intemperie ni la actitud de algunas personas que lejos de contribuir con unas monedas se limitan a responderles al pasar: “Trabaje como trabajo yo”, tal y como si trabajar fuese posible en estos tiempos. Ahora también es el malhumor de los guardias municipales que siguiendo las instrucciones del Ayuntamiento, les obligan con cara de malas pulgas a abandonar la esquina, a correr con sus escasas pertenencias bajo el brazo cuando les ven aparecer por el fondo de la calle y, si son atrapados, que Dios y el Patrón de la ciudad no lo permitan, a pagar una multa.

Una multa, sí, en metálico, que puede llegar a los setecientos cincuenta euros e incluso al doble en caso de reincidencia. Al margen de las consideraciones que unas ordenanzas municipales tan despiadadas despiertan, al margen del derecho insoslayable de las personas a buscarse lícitamente la vida y a ser objeto de la caridad de los demás seres humanos, al margen, ya digo, de estas cuestiones, uno también se plantea la pregunta: ¿De dónde van a sacar los pobres mendigos vallisoletanos setecientos cincuenta euros para pagar una multa? ¿Mendigando, implorando a los transeúntes una ayuda ya no para un bocadillo, que eso al parecer pasa a segundo plano, sino para ponerse a bien con la Hacienda municipal?

Y, si no pagan, que será lo más normal y lógico, que va a hacer el Ayuntamiento, ¿embargarles el cartón que despliegan por las noches para taparse y evitar quedarse congelados durante el sueño? Al margen de estas preguntas, tan proclives a la ironía, se impone otra: ¿Con qué derecho el Ayuntamiento de Valladolid puede oponerse a que unas personas sin suerte en la vida para presidir bancos o acceder a la Alcaldía de la ciudad, se busquen la manera de sobrevivir sin amenazar con una navaja a nadie ni romper el escaparate de un supermercado para robar una botella de leche? Es triste que en tiempos de miseria colectiva un Ayuntamiento, que debería serlo igual de ricos que de pobres, se comporte con tics de insensibilidad humana tan deplorables.

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