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Diego Carcedo, periodista, asturiano de Cangas de Onís. Fue director de Radio Nacional de España. Corresponsal en Nueva York y Portugal. Es Presidente de la Asociación de Periodistas Europeos.

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Legislatura para olvidar

17 de octubre de 2011

Termina la legislatura y llega el tiempo para un primer análisis apresurado de su recuerdo. Habrá que ver con el tiempo lo que dice la Historia, aunque de momento todos los indicios anticipan que pasará a la memoria como una legislatura para olvidar. Ante su inminente despedida, no se escuchan sollozos ni se vislumbran lágrimas por ninguna parte. Ha transcurrido sumergida en una de las crisis más duras y pertinaces que se recuerdan y esa es sin duda una buena razón para que todos deseemos perderla de vista cuanto antes y hasta donde sea posible olvidarla pronto.
Circunscribiéndonos a España, no es fácil ni sería justo culpabilizar a nadie de sus orígenes ni tan siquiera del retraso con que se hace esperar su salida. Hay razones superiores que seguramente era difícil esquivar y que, desde luego, no se han esquivado. Al intentar un análisis político desapasionado de los hechos hay que contemplar las actuaciones tanto del Gobierno como de la oposición y sobre ambos se imponen consideraciones críticas muy evidentes, con alguna excepción como la que ha permitido el elevado nivel de normalización que se ha conseguido en el País Vasco. El acuerdo para afrontar juntos el problema que lograron, no siempre con las sonrisas de fondo de sus partidos, socialistas y populares, ha sido modélico y discurre, a pesar de las dificultades, con una ejemplaridad que hay que apresurarse a reconocer. Es sin duda el hecho más positivo que la legislatura nos deja. Lo triste es que no haya servido de ejemplo y que los dos principales partidos, el PSOE y el PP, no fuesen capaces de imitarlo y convertirlo en un acuerdo global de Gobierno para afrontar la gravedad de la crisis con la fuerza de la unidad.
Los acuerdos de esta naturaleza, de los cuales hay precedentes en otros países, no están contemplados para todos los días. Sólo para afrontar las grandes catástrofes o conflictos y no parece exagerado pensar que lo que está ocurriendo en el ámbito de la economía y las relaciones internacionales perfectamente podría ser incluido en alguna de estas consideraciones. Lejos de lograr un entendimiento que indudablemente hubiese favorecido a toda la sociedad y bien visto por una buena parte, los dos partidos llamados a alternarse en el poder se han dado la espalda y se han echado cuanta arena han podido en los cojinetes de sus engranajes. Contemplado la falta de solidaridad demostrada, no ya entre ellos como rivales sino con los ciudadanos, ha sido penosa. Tanto unos como otros han privilegiado los intereses electorales de sus partidos y han desaprovechado la ocasión de exhibir la grandeza de miras que la situación recomendaba. Ni Zapataero ni Rajoy supieron tomar nota del pragmatismo y el talante que frente al terrorismo están demostrando Patxi López y Basagoiti, a quienes el entendimiento no les impedirá pronto defender cada uno sus ideas ante las futuras elecciones.
Escuchando a algunos líderes tanto del PSOE como del PP puede parecer que sus diferencias son abismales cuando realmente sólo los son planteamientos menores. Ante la política económica, las relaciones internacionales y las cuestiones relacionadas con el orden público o la Justicia, los asuntos cruciales que tienen que administrar, las diferencias más allá de las personas y la escenificación de los métodos, son mínimas. Cuando empezó a vislumbrarse la gravedad de la crisis, ambos partidos podrían y deberían haber integrado un gobierno de coalición para un bienio sin necesidad de mayores sacrificios que una pequeña renuncia al amor propio.

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